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Hay películas que son estremecedoras. Esas son las películas que consiguen que todo actor quiera ser parte de ellas aunque sea pasando fugazmente por la pantalla, de hecho es el caso de esta producción italiana donde el mismísimo Pierfrancesco Favino aparece tan sólo unos minutos dejando una huella indeleble de humanidad que se verá sucedida de todo un alegato a favor de la familia, el compromiso y la responsabilidad.
Las llaves de casa cuentan la historia de un descubrimiento, Gianni (Kim Rossi Stuart), abandonó a su hijo hace mucho tiempo. El niño, Paolo, nació tras un parto difícil que le dejó secuelas físicas y mentales y que precisa de un cuidado continuo y atenciones permanentes. Por eso es necesario que periódicamente viaje desde Italia a Berlín a un hospital donde recibe tratamiento y cuidado médico. Una noche Gianni sube a ese tren para conocer a su hijo y acompañarle en su tratamiento. Parece que será un viaje corto y sencillo pero la personalidad del crío unido a su valentía y vulnerabilidad hará que pasen muchas cosas por la cabeza de Gianni que empieza conocer la responsabilidad y el sufrimiento del hijo al que dejó en su día. Además la presencia de una madre alemana, Charlotte Rampling, con el mismo problema que Gianni le enseña que la fortaleza d la que se creía dotado es en realidad una capa muy fina que deberá romper si quiere de verdad conocer a su hijo.
Andrea Rossi interpreta a Paolo. Dota al personaje de una humanidad que trasciende la pantalla y una ternura combinadas con una fuerza que enfrenta a los personajes a sí mismos. El muchacho que está a punto de convertirse en un adolescente aunque sigue atrapado en el cuerpo y la mente de un niño esgrime las llaves de su casa que le otorgan la responsabilidad y la madurez a la que difícilmente podrá aspirar. La candidez e inocencia del personajes se reflejan en la forma de filmar la cinta como mero espectador de la historia sin caer en grandilocuentes reflexiones o diálogos innecesarios y quedándose en el discreto plano de humildad y observancia de las idas y venidas de Paolo que desconciertan a ese padre casi primerizo que es en ocasiones tan frágil como su propio hijo. Juega al descubrimiento, pequeño, lento y velado de las inquietudes de esta pareja que se animan a seguir.
La película no es cómoda, ni pone las cosas fáciles, opta por un inteligente discurso siempre de manos del personaje de Nicole (Rampling) cuya hija tiene problemas mucho más agravados de movilidad y entendimiento. Una serenidad y tristeza que irá dando las premisas a Gianni para que se de cuenta de que si finalmente decide acercarse a su hijo tendrá que estar preparado para el sufrimiento y el dolor. Él intentará convencerse que la valentía del pequeño Paolo también podrá contagiarle y así cambiar el hecho de que quince años atrás cuando la madre falleció ene. Parto este decidiera rehacer su vida y desentenderse de él y sobre todo compensarle por ello llevándole a un mundo de ilusión para protegerlo de la vida que tiene animando sus fantasías.
El resultado es como un poema, sereno y tranquilo donde cristalizan sentimientos e invita a descubrir y comprender.
PROS: Andrea Rossi y Charlotte Rampling.
CONTRAS: El sentimiento de culpa que puede dejar en el espectador acostumbrado a cintas más amables.
¡Vaya! Que sorpresa acabo de llevarme con eso de haber sido declarado blog de la semana por este magnífico Lado Oscuro del Celuloide. Muchas gracias y que sepas que con un blog tan chulo como este he hecho lo primero y lo más lógico: suscribirme para estar al tanto de todo lo que se ponga.
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