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Ermanno Olmi siempre ha tratado en sus cintas directa o indirectamente el tema de la religión. En esta cinta se mueve como pez en el agua intentando aunar sus crisis de fe con las pequeñas historias cotidianas dentro del apacible camino del drama, donde el director italiano siempre ha encontrado sus mejores armas narrativas.
Un profesor de la universidad de Bolonia se ve implicado en un delito con marcada lectura religiosa. Él, un hombre de libros, profesor curtido y pensador libre es además sacerdote. Por eso cando en plenas pesquisas policiales desaparece queda patente su implicación con el delito. Tranquilamente el sacerdote viaja sin rumbo hasta que a las orillas del Po descubre una pequeña barraca de piedra abandonada donde decide instalarse y reconstruirla con la ayuda de todos sus convecinos que entablan una lucha encarnizada para mantener su estilo de vida robado al río de forma artificial.
Raz Degan, israelí, interpreta a un Jesucristo moderno y combativo que planta la semilla de la inquietud en sus conciudadanos ayudándoles a entender y superar sus problemas incluso recurriendo a parábolas y enseñanzas de la iglesia. No acaban aquí sus imágenes religiosas. Olmi decide construir alrededor de la figura del sacerdote toda una congregación de acólitos que le ayudan y apoyan en todo momento y que celebran varias comidas muy reveladoras alrededor de una mesa de comensales que parece sacado de un lienzo de Davinci. No olvida tampoco reflexionar sobre los valores, las costumbres y la vida tranquila y rutinaria de sus habitantes de forma que cada vez su protagonista se encuentra mas a gusto y más concienciado con la decisión de romper con todo.
Cien Clavos, estrenada en el Festival de Valladolid, es una reflexión madura y sincera de un cineasta curtido y sabio, experimentado en discursos de narrativa intimista y que con altas dosis de razón es capaz de escapar de un arranque con cortes de thriller para asentarse en una película de diálogos y pequeñas historias. Olmi se adentra con un afán casi documental en las vidas del pueblecito dejando constancia de lo que realmente es importante en la vida de forma casi magistral. Sin embargo Cien Clavos tiene un regusto amargo, no por el final abierto y casi poético, si no por la revelación de que su director no realizará más películas de ficción. Analizada como el final del ciclo es una conclusión bastante obvia de la trayectoria del director pero se echa de menos un poco más de arranque para a modo de testamento cinematográfico.
PROS: La conversación del sacerdote con el policía y la escena del baile en el puerto.
CONTRAS: Los experimentos pseudodocumentales sobre la vida en el río.
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