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“Ser italiano y gay no se lo desearía ni a mi peor enemigo” confiesa la inestable hermana de Angelo a uno de sus múltiples psiquiatras antes de explicarle que sólo visita a un psicoanalista a la semana porque o quiere que la conozcan demasiado. Ella se encarga de contar la segunda etapa de la historia de Angelo, un treinteañero hijo de emigrantes italianos que nació en Canadá y se crió en una comunidad de sicilianos militantes. Como él mismo describe sólo hay dos formas para un italiano de abandonar el hogar: “casado o muerto” por eso sus protectores padres no ven con buenos ojos que se mude y mucho peor reciben la noticia de que su retoño es gay y vive en pecado con otro italiano hijo de una vecina. Sus planes para que conozca a una buena chica italiana parece que no han dado sus frutos.
Hay un encanto típico de la comedia televisiva en esta folclorista visión cultural de la familia y del mundo gay. Se juntan dos mundos tan añejos y estrambóticos que ya de base resulta encantador. Cada vez que veo esta comedia no puedo evitar sonreír ante las ocurrencias de Paul Sorvino, padre de la criatura y el tortuoso desarrollo que toman los personajes ante cada nuevo escollo.
Frívola en ocasiones y realmente simpática a veces Mambo italiano encuentra el equilibrio justo para dibujar esta Jaula de Grillos a la canadiense plagada de personajes pintorescos, situaciones inverosímiles y guión tan descabellado que consigue el principal objetivo: hacer pasar un buen rato.
PROS: El matrimonio Barberini
CONTRAS: La hermana clavada a “Janice Oh My God!”. Desesperante.
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