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Mi vida es una Ruina (Meet Bill) es una de estas comedias dramáticas que salen de la nada en Hollywood cada poco. En esta ocasión cuenta con el ingrediente maestro de contar con Aaron Eckhart, que antes de ser Dos Caras en la última de Batman ya tenía a sus espaldas una buena cantidad de películas de este tipo (y salario). Esta cinta fue previa en Estados Unidos a su papel estrella como villano así que el estreno internacional pretende arrastrar a todos los que descubrieron a este actor habiendo pasado por alto maravillas anteriores como Gracias por Fumar o la pavisosa Sin Reservas.
Sin embargo todas estas películas tienen algo de impersonal. Básicamente el sistema americano impone tener un determinado estado de éxito: casa, empleo, familia, forma física. Por eso las crisis de los cuarenta y sucesivos han dado grandes cintas, por citar alguna Amercican Beauty, y otras que realmente no conectan con el público europeo porque pecan de demasiado convencionales para mi gusto. Los niños ricos, los problemas de familia pudiente y las aficiones como los affaires con famosos o irse de casa acaban lanzando a la película a una órbita ajena a la realidad española que se convierte a su manera en folclorista.
Al menos se puede decir en su defensa que no pretende dar lecciones de moralidad más allá de las obvias, entrecruza muchas ideas y las solapa con ligeros toques cómicos para que puedan ser digeridas sin ofensas ni planteamientos filosóficos convirtiéndose en una corta y simpática sucesión de escenas que permite darle un aprobado justito en honor a sus actores y a los cuatro golpes bien llevados de guión a pesar de sus tópicos.
PROS: Las escenitas del niño ligando con Jessica Alba, no por rastrillada carente de gracia.
CONTRAS: Da la sensación de haber sido vista mil veces.
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