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Con tal premisa el debutante David Planell esboza este drama familiar donde el pequeño en cuestión, un jovencito peruano de ocho años con problemas de adaptación y conducta servirá a los auténticos protagonistas para hacer saltar sus dudas, desconfianzas e inquietudes.
"Somos unos valientes" confiesa al madre a la nueva asistente social “O nos va la marcha, según lo mires” responde el padre dispuesto a volver a tras y enmendar el error de hacerse cargo del pequeño ante la nueva asistenta social. Y es que en estos dos personajes recae el peso de la historia que adolece una cierta cadencia mecánica y en ocasiones demasiado tópica que convierte el drama familiar en una especie de puesta en escena para que ambos se enfrenten aclarando los verdaderos motivos para que la familia haga aguas.
No dejan de aparecer lugares comunes: celos, enfrentamientos, e incluso una folclórica fiesta de cumpleaños para orquestar este drama que pretendía tener la adopción como principal punto de interés pero que enseguida enfila hacia otros derroteros.
Con una ambientación algo simplista más propia del teatro que de una película el entorno viciado de La Vergüenza comienza pronto a saturar mientras algunos personajes se hacen fuertes y otros alcanzan una catarsis cómica quizás indeseada pero ciertamente coherente.
Es una pena que finalmente en ningún momento notemos el peso de esa vergüenza que da título a la cinta quedando sólo en atisbos de egoísmo y conciencia mal entendidos.
PROS: La contundencia de los protagonistas.
CONTRAS: Su pretensión de historia íntima con gran mensaje.
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