TENGO ALGO QUE DECIROS

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Es muy triste escribir desde la decepción sobre la última película de Ferzan Ozpetek, el estandarte del cine gay italiano por excelencia que ha dibujado siempre dramas con cierta ternura y personajes realistas y tristes. Ahora se ha pasado a la comedia comercial (que no dudo que con la dosis justa de azúcar que ha puesto y los actores guapetones que ha endiñado le habrá dado bastante mejor resultado que todas sus anteriores apuestas cinematográficas en territorio italiano).

La cuestión es que la historia de Tomasso es un poco convencional, su familia, dueña de una empresa de pasta es un ejemplo de tolerancia pueblerina (de intolerancia deberíamos decir) así que antes de que la cosa se ponga más seria y tenga que heredar y compartir su imperio al dente opta por personarse y reconocer en la cena varias cosas que toda la familia ignoran de su vida. Por desgracia algo se lo impide y le lleva de cabeza a un cúmulo de circunstancias que le desbordan y le ayudan a comprender un poquito más a todos los miembros de su entorno familiar.

La comedia con ligeros toques de enredo, protagonizados por la visita de unas “locazas” al pequeño pueblecito determinan un ritmo mediocre con poco gusto y un tratamiento infinitamente más mundano del que sesearíamos. La conversión de Ozpetek al cine comercial significa perder mucha chispa y reflexiones, un precio que preferiría que no hubiese tenido que pagar ya que pasa factura hasta a su actor principal, un hierático Ricardo Scamarcio que pierde incluso algunas décimas de sensatez.


PROS: Para los que prefieren las comedias insustanciales.

CONTRAS: Una traición a la sensibilidad de todos los films de Ozpetek

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