Película: Cold war.
Director: Pawel Pawlikowski.
Intérpretes: Joanna Kulig, Tomasz Kot, Agata Kulesza, Borys Szic, Cedric Khan.
Proyección: Renoir.
Afluencia: 77 personas.
Valoración: 8.
A pesar de no poder entrar en dos ocasiones me llevé una gran alegría por el tirón de esta película, galardonada en el pasado festival de Cannes a la dirección y ahora candidata a cinco premios Félix del cine europeo, que se concederán en Sevilla. El director llevaba encima el éxito de "Ida", estrenada de manera modesta y alejada de los oropeles de los grandes festivales pero logrando el oscar a la película de habla no inglesa. En su nuevo trabajo mantiene las constantes de su penúltima cinta como ese blanco y negro tan hipnótico, una historia corta, yendo al grano, su fijación en el pasado de Polonia con pocas pinceladas. Pero da una vuelta de tuerca al centrarse en un periodo de quince años y transcurriendo en varios lugares como Polonia, Rusia, Alemania, Francia y la antigua Yugoslavia. Ahora pone su cámara en una historia de amor entre una chica ya baqueteada por la vida (pasó por la cárcel por matar a su padre) y que llega a un lugar donde buscan nuevas cantantes para el grupo de coros y danzas donde se halla un pianista. Durante el metraje vemos encuentros y desencuentros debidos a sus orígenes, sus aspiraciones en la vida y sus planteamientos ante el arte y la situación política. Es una historia circular con un comienzo y final en el mismo lugar fascinantes (maravilloso el folclore polaco). También nos deja pinceladas de lo que es la política (la manipulación de los jerarcas comunistas al incorporar en las canciones populares menciones a sus dirigentes y referencias, la negación a aplaudir de la responsable de la agrupación (Agata Kulesza). París sale muy bien reflejado y parece meternos en los años sesenta, en el cine de la Nouvelle Vague y también deja caer una crítica a ese capitalismo tan metido entre nosotros ( la escena del disco da toda una lección). Todo ello da una vitalidad y unas ganas de seguir a esa historia, quizás demasiado contenida (apenas hay gritos o conversaciones y una bofetada como momentos de tensión) cuando posiblemente no debe ser algo tan soterrado y, como en "Ida", reclamaba contar más. Los actores deslumbran y se hace emocionante y creíble la transformación de Joanna Kulig de chica de campo a una mujer sofisticada pero sin perder la esencia de la tierra, dándole la réplica Tomasz Kot, aspirante a ser el nuevo malvado de la franquicia de James Bond, en un trabajo contenido pero lleno de matices y demostrando que los galanes no tiene por qué ser sosos. Pawilkowski ha venido para quedarse y con ganas de codearse con lo florido del cine mundial. Muy, muy recomendable.
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