LOS DUEÑOS DE LA CALLE

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Que pesaditos se están poniendo los americanos con la corrupción policial. La cosa es que grandes cineasta han hecho una larga carrera sobre estos temas y muchas grandes películas han salido de tramas de este tipo. La mas recientes sin ir más lejos American Ganster o La Noche es nuestra. Pero eso no quiere decir que todas ellas tengan el mismo valor cinematográfico como para arrastrar al público al cine. De heecho una película mal hecha puede tener repercusiones muy negativas sobre el propio género.

Los Dueños de la Calle es un producto muy mediocre, desde su guión hasta su desarrollo. Incluso actores como Forest Whitaker hacen un poco el ridículo a prestarse a colaborar en una historia como esta de “un hombre contra el sistema”. Keanu reeves (que desde que no es neo no sabe donde encajar en Matrix) es un agente de policía muy dudoso, tras un incidente sospechoso recibe la visita de un gente de Asuntos internos interpretado por Hugh Laurie, que se ha quedado enchichado en el papel de borde desagradable ya sea como escritor como en su faceta de actor, para que colabore con ellos diciendo cuales son los trapos sucios que parecen teñir el departamento. La muerte del compañero chivato acelerará el proceso para que iluso policía abra los ojos.

La cinta resulta ser tan sumamente correcta que es aburrida. Tras los alardes de Infiltrados o Training Day por citar algunos parece que estamos pidiendo a gritos dar un paso más. Por el contrario este filme sigue su estela con una mediocridad pasmosa intentando copiar el manual de instrucciones para el thriller negro policial. Esto unido al poco carisma de Keanu Reeves (yo propongo cambiarle por Chris Evans que al menos haría que la película fuera más agradable a la vista) crea un letargo del que son se sale hasta los títulos de crédito.

Predecible y sutilmente moralista resulta en conjunto decepcionante y con tantas redundancias en el guión que da la sensación de haber sido vista amantes mil veces.


PROS: Gran calidad técnica.

CONTRAS: La medida capacidad de sorpresa, o la ausencia de ella.

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