MEIN FÜHRER

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Es una constante que últimamente los cineastas se acerquen a la Segunda Guerra Mundial con ojos conciliadores y con un pretendido sentido del humor que consigue que los actos alemanes puedan conseguir sacar alguna sonrisa en los espectadores. Lo que hace esta cinta alemana dirigida por Dani Levy va un paso más allá convirtiendo al Führer en el protagonista total.

Antes del declive absoluto y en plena etapa propagandística Hitler tenía una crisis personal de la cual salió, siempre según la versión de nuestro narrador, gracias a la ayuda de un profesor muy especial. Este buen hombre llegó para enseñarle a actuar y a plasmar todo el poderío perdido en un discurso que sería grabado para alentar a los nazis a continuar luchando demostrando la supremacía de la raza aria. El único inconveniente de esta relación es que su profesor y “amigo” era un prisionero judío rescatado por Goebbels de un campo de concentración para llevar a cabo esta tarea tan delicada.

La relación amor-odio entre los dos personajes que comparten incluso el nombre de Adolf creará mucha confusión en un ejercito demasiado preocupado por su burocracia y por adorar a su mito en horas bajas como para darse cuenta de que los pobres decorados de su propia película eran los coletazos finales del Reich durante cinco días.

La comedia sigue la estela abierta por LaVida es Bella, El Tren de la Vida, Efroyables Jardins y otras tantas apuestas europeas que se atrevieron a dar una visión un poco más humana del conflicto aunque ninguna de ellas se atrevió a acercarse a Hitler de un modo caricaturesco y cariñoso como esta reglando algunas escenas inquietantes como sus relaciones amorosas o la noche que visita a la familia de su amigo.

A pesar de algunos puntos cómicos verdaderamente gracioso hay que reconocer que el ritmo y la cadencia general de la cinta no está a la altura de lo que pretende su director consciente de que las pocas situaciones que plantea pueden sostener la trama completa y fracasando en el intento.

De todos modos Mein Führer es una interesante comedia que puede agradar a los espectadores regalando una divina interpretación de Ulrich Mühe (La vida de los Otros), al última antes de fallecer de cáncer. A pesar de ello en Alemania no fue acogida con suficiente entusiasmo, puede que porque la humanización del genocida le hace ser en ocasiones incluso entrañable y eso no deja de ser políticamente incorrecto.

Con un final muy semejante a otra de las películas mencionadas anteriormente esta cinta consigue un aprobado alto a pesar de haber podido ser casi brillante.


PROS: Ulrich Mühe

CONTRAS: Su afán de compararse con El gran Dictador ¿Es necesario?

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