La Gran Belleza

Película: La gran belleza. 
Director: Paolo Sorrentino. 
Intérpretes: Toni Servillo, Carlo Verdone, Sabrina Ferilli, Isabella Ferrari, Roberto Hertzlika. 
Proyección: Renoir. 
Afluencia: 14 personas. 
Valoración: 4. 

Uno de los grandes deseos de cualquier artista es plasmar la nada en au obra. Y de personas inanes va la película que es una revisitación abierta de Fellini y sus obras más difíciles de comprender como "La dolce vita", "Ocho y medio", o "Roma". Los paralelismos se dan pues vemos fiesta tras fiesta con "Par l´amore" de Raffaella Carrá como telón de fondo, a Roma, centrada especialmente en la visión del coliseo y sus gentes de clase alta y baja cama, a las que vemos en la vivienda del protagonista y en los sótanos o personas que aspiran a estar en la cumbre de la fama. Todos ellos pasan por la vista del protagonista, periodista y novelista de una sola obra y además perdida en el tiempo, un hombre de vuelta de todo y tan inane como ellos pero de manera lúcida y con su cinismo como bandera. Lo interpreta con solvencia, pues al fin y a cabo es el alter ego habitual del director, Toni Servillo y trata de recordar al alma gemela de Fellini en sus películas, Marcello Mastroianni.

Con respecto a los años cincuenta y sesenta vemos la proliferación de japoneses y sus cámaras, algo también común en nuestra Europa obsesionada por guardar en el aparato algo de belleza para usar y tirar en un momento dado. Pero también es el momento de oir e interpretar en esas pistas de baile improvisadas, donde se "hacen trenes que no van a ninguna parte" los ritmos latinos del momento. Acompaña la fotografía preciosa hasta decir basta pero aquí empieza la serie de errores pues la nada no es bonita, aunque nos movamos en ambientes decadentes. Falta mucho desgarro pues a pesar de que Sorrentino pretenda que veamos a unos personajes sin sustancia la gente que pasa ante nosotros poco se puede decir de ellos. Hay gente de una frase interesante como la mujer que responde a la pregunta del escritor que es interpelada por su profesión que es rica o la artista que habla de vibraciones pero no sabe decir lo que es o la directora del periódico enana. Además da la impresión de ser un material avejentado antes de tiempo y echo de menos la frescura de las anteriores cintas del director de Rimini. Para colmo pretende dar hacia el final una justificación del protagonista con su romance iniciático, como queriendo justificar o endulzar su conducta. Algo que empeora en sus relaciones con las mujeres a las cuales valora si no han ido a la cama con él. Sobra esa sensiblería, como recurrir al estar varado hasta que surja "la gran belleza". Me resulta incomprensible la cantidad de pemios que se ha llevado tras su paso por Cannes pero el oscar, el BAFTA o los premios Félix avalan su riesgo pero considero que se estrella por sus contradicciones y concesiones a ser un producto digerible.

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