IL CICLONE

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Pensé que lo más elaborado que podía existir en cuestión de mestizaje de idiomas era sin duda el Spanglish, es decir, la combinación más o menos acertada de palabras de la lengua inglesa junto con la española que se ha convertido en todo un clásico, o incluso en una especie de lengua cooficial en algunos territorios americanos como Miami. Me equivocaba. Parece ser que el dialecto más desaprovechado de momento sigue siendo el itagnolo. Es decir, el intento de los españoles por hablar italiano intentando adaptar literalmente la palabra de la lengua vecina amparados por su aparente parecido.

Vale excursionistas domingueros. Es cierto que si vas de vacaciones y el señor del restaurante ansioso por cobrarte tres euros por una botella pequeña de agua te habla lento entenderás bastante pero me temo que la lengua italiana posee recovecos tan profundamente rebuscados que se puede poner bastante complicado entender algunas cosas, eso no parece importar a Leonardo Pieraccioni que en Il Ciclone hace un alarde de itagnolo acabando todo en “s” igual que sus compañeras de reparto, todas de acento dudoso, acabando todo en “i”.

Es increíble ese tufillo a realización ochentena a pesar de haber sido rodada a finales de los noventa. Esa magia que tiene el cine “de provincias”. Explotando el aire Kitch de las motos setenteras, la resonancia de las millones de liras y los móviles del pleustoceno alejándonos mentalmente en el tiempo más de lo estrictamente necesario. Una película hecha con dos duros pero que causa el efecto Piripíiiiii en todo aquel que la ve y se materializó en un terrible éxito en Italia y un modesto estreno en nuestro país bajo el nombre de El Ciclón.

La vida en un apacible pueblo de la Toscana se ve trastocada con la llegada de una caravana de bailarinas de flamenco, por un error de direcciones acaban pasando la noche en casa de los Quarini donde toda la familia intentará el acercamiento, más o menos acertado a las jovencitas. Familia italiana donde las haya con tres hermanos marcados por os nombres que en un ataque exótico les dio a sus progenitores: Selvaggia, Líbero y Levante. Siendo este último el protagonista, escritor (junto con Giovanni Veronesi) y director del film.

Y es que, para variar ver, como en el extranjero tiene esa concepción de España con sus flamencas, sus toros, sus mujeres morenas, sus catalanes y demás no deja de ser sencillamente brillante, incluso cuando la mitad de los españoles ignoran la gramática básica e incluso Natalia Estrada pone un acento entre Boloñes y de Mostotes o Lorena Forteza (colombiana) que se ganó el papel sólo por el encaprichamiento del director y actor tras verla en un anuncio. Pero el folclore del toro mezclado con los Spaguetis alla putanesca servidos bien condimentados por Leonardo Pieraccioni no deja de ser una de esas extravagancias que se pueden disfrutar cada mucho tiempo con una cierta ligereza y un soplo de vaga condescendencia que en ocasiones te permite olvidar lo malas actrices que son todas esas bailarinas de grandes pechos.

En medio grandes escenas que mezclan el surrealismo con la cultura popular. Libero y sus cuadros cuestionándose la existencia de un Dios que se manifiesta de formas extrañas mientras duerme en un ataúd por el simple hecho de que le salía barato. La hermana lesbiana que no quiere reconocer ante sus convecinos una condición más que obvia o la pobre camarera que se limita a seguir en una relación por la comodidad de no salir a encontrar otra. Todo ello unido con los consejos gritados por Gino desde su finca en las alturas.


PROS: Ver por fin un reflejo folclórico popular que roza la inocencia.

CONTRAS: Las patadas al diccionario del novio de Caterina, si, se supone que es un nombre la mar de español, ¿Qué pasa? y las interpretaciones a cual peor del grupo "español".

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