Película: Todo es silencio
Director: José Luis Cuerda
Intérpretes: Quim Gutiérrez, Miguel Ángel Silvestre, Celia Freijeiro, Juan Diego, Luis Zahera, Chete Lera.
Proyección: Paz
Afluencia: 93 personas
Valoración: 3
La película comienza con un naufragio y la mercancía son ataúdes y
contemplamos a los tres niños que luego veremos mayores veinte años
después. Y esta obra es un naufragio en lo que poco se puede salvar. Y
eso que el capitán, mi tocayo Cuerda, hasta la fecha ha llevado obras
interesantes a buen puerto como "El bosque animado", "Amanece que no es
poco" o "Así en la tierra como en el cielo". Dirige un film basado en la
novela con el mismo título de Manuel Rivas del que rodó también la
exitosa "La lengua de las mariposas" y el gallego escribe el guión. Se
compone de dos partes en que aparece la evolución de los niños que son
testigos el auge del contrabando de tabaco y la segunda parte en que lo
ilegal se hace más complejo pues ahora el narcotráfico campa a sus
anchas y cómo se situan ante esta lacra los tres protagonistas. Se
mezclan varios planos como un aire de realismo mágico (La escena de los
ataúdes, las naranjas, la escuela abandonada), una historia triangular
(los dos chicos luchando por ella) la ley del silencio ante los desmanes
delictivos del caciquismo, poesía que se debe al poema que sirve de
título al film. Pero poco hay creíble pues no se decanta el director por
algún aspecto y crea confusión por no saber a qué atenerse un
espectador.
Para colmo los actores que deben llevar el peso están
horrorosos, especialmente Miguel Ángel Silvestre, cuya carrera en el
celuloide no acaba de arrancar tras su éxito televisivo que deriva al
fenómeno fan y a las revistas de cotilleo. Menos mal que están Chete
Lera y Luis Zahera, proveniente éste de la cantera inagotable que es
"Mareas vivas". Y Juan Diego pone su magisterio al servicio de un
personaje curioso, bastante reconocible como es el cacique que practica
un despotismo ilustrado (dice frases en latín, dona la megafonía para la
iglesia del lugar, hace imperar el silencio en esas actividades, da
monedas a los chicos por sus tareas). Lo que pasa es que está
desdibujado por ese andar por tierra de nadie la película y escoger
personajes que tienen muy poco que decir, por desgracia. Una reflexión
curiosa es ver como la evolución de los tiempos hace que los secundarios
se emborrachen con el dinero conseguido y se vuelvan cada vez más
violentos y ambiciosos. Un dislate grave, con ciertos aires a Garci, es
un encuentro que transcurre en la cantina a finales de los sesenta y se
habla de John Wayne como fallecido. Y no era así aunque su carrera ya
estaba dando sus últimas bocanadas. No es de extrañar que fuese acogido
el estreno en la Seminci de Valladolid con bastante frialdad. Y encima
el ritmo es pesado. Una obra fallida y aquí no hay realismo mágico que
lo salve.
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