El gran misterio de Sitges 2020

Sitges es un festival al que tengo mucho cariño. Es una cita ineludible que hace comulgar el cine de ciencia ficción y terror con la exaltación de la amistad desde hace décadas y un punto de encuentro para amigos y cinéfilos. Normalmente planeamos la cita con meses, desde las fechas elegidas a la preparación del viaje pasando por los Excel interminables con la planificación intentando que haya tiempo para una comida decente y conservar un mínimo de horas de sueño cosa que, raramente, conseguimos con éxito. 


Este año descartamos en abril la visita anual a pesar de haber hablado una semana antes de la pandemia de qué haríamos en esta ocasión. La conversación se repitió en mayo, fecha en la que solíamos reservar alojamiento y en agosto cuando sacan los bonos a la venta. Nos hemos pasado las ruedas de prensa incrédulos sobre el positivismo en la organización preparando un festival que congrega a cientos (o miles en algunos casos) de personas en una sala de cine que no respetarían de ningún modo las medidas de distanciamiento social.

A estas alturas sigue sin saberse cual será ese formato híbrido que prometían con proyecciones on line de precio indefinido que quizás permita a nuestro pequeño grupo burbuja liarnos la manta a la cabeza y hacer una mini sesión madrileña del festival pero viendo el adelanto de esta semana donde han programado películas de la edición anterior al increíble precio de 5€ la película, cosa desproporcionada a todas luces, nos hace perder un poco la fe en la organización. Nosotros hemos renunciado a la muestra pero hay muchos fans y profesionales que van a acudir sin saber ni condiciones ni medidas. 

Los que no conozcan el festival la pequeña ciudad catalana de Sitges cuenta con tres cines. Dos de ellos en la zona del casco antiguo, salas señoriales en zonas peatonales que consiguen colas kilométricas y salas antiguas de esas que si el del al lado es un poco voluminoso puedes tener problemas para respirar. 

Pero si esto pone un poco los pelos de punta más miedo puede dar la sala del Auditori con un aforo de miles almas y que, puestas todas en fila pueden llegar tranquilamente a la parada de Renfe un kilómetro más abajo. Otro dato relevante... otros años son sesiones sin numerar, este año no se conoce este dato aún. Dato que me parece fundamental.

No me quiero plantear la logística de desinfectar una sala de cine después de cada proyección, pasar por pasillos estrechos o ir al baño en un entorno que me es conocido pero en el que solo veo peligros potenciales para todos los asistentes. Y el festival es a mediados de octubre, momento que todos los expertos señalan como punto alto de la pandemia. Porque así el desfile zombi tendrá todo el sentido del mundo.

 Por otra parte ¿qué películas vas a presentar como puntos fuertes de una muestra cuando todas las productoras están parando proyectos para no frenar los posibles ingresos? ¿Qué actores se prestarán a ir a hablar de sus películas cuando sabiamente se están imponiendo las presentaciones por vídeo conferencia? O ¿qué oferta podrás dar vía on line que sea atractiva y a qué precio cuando la industria sigue en lucha contra el pirateo y nadie va a prestarse a ello exceptuando aquellos títulos cuya calidad o venta sean poco más que inviables?

Entiendo que es un problema, que la vida económica de mucha gente, sobre todo del propio director del festival, depende de cómo se gestione este año la muestra pero me preocupa que haya ausencia de noticias sobre su desarrollo y sigan mandando comunicados ajenos a la preocupación de la gente de a pie por la situación sanitaria actual. Sólo aumentando las confirmaciones pero como si nada hubiera cambiado. 

Supongo que muchos de sus asiduos serán tan cautos como nosotros y habrán descartado la visita. Supongo que antes o después se darán cuenta de que el giro no presencial es la única forma de conseguir que Sitges 2020 se celebre de forma segura y luchen para que sea una edición memorable porque los fans de Sitges, por encima de los intereses económicos, se merecen seguridad y disfrutar un poco, que nos lo hemos ganado.

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