Top Gun Maverick, el regreso a la tierna infancia

 Todos los niños ochenteros me van a entender a la perfección cuando empiece a contar vivencias marcadas por los blockbuster veraniegos de la década. Que levante la mano aquel que se comprara unas gafas de sol (falsas, por supuesto) de aviador e intentara conseguir una chaqueta llena de parches. Top Gun significó para muchos el encuentro definitivo con el cine de acción sin pretensiones. Había algo mágico con esos planos del portaaviones y los pilotos corriendo para llevar a cabo una misión suicida. El encanto del héroe canalla que tan de moda estaba personificado en un jovencísimo Tom Cruise con crush incluido con la autoridad. Las películas de academias llevadas a un nivel superior. Y reconozco que con un visionado cercano de la primera parte a veces me sonrojaba con los planos de archivo o la cantidad de sudor de los protagonistas que debieron pasar penurias en el desierto. Pero amigos, somos de la generación Top Gun y eso nos ha marcado. 

La pregunta es, incuestionablemente, si el paso de las décadas ha hecho mella en estas historias de buenos y malos  si el gran público sigue comprando una franquicia con un Tom Cruise de 60 años. Vamos a intentar explicar la sensación que da sentarse en una butaca para ser bombardeado con una tonelada de nostalgia ochentera porque, por si alguien lo dudaba, ese es el principal objetico de Top Gun Maverick y, sin duda, de sus potenciales espectadores. 

Sin entrar a dar muchos detalles sobre la nueva misión que levará a Pete a reencontrarse con la academia de pilotos más aventajados de los "USA", que tan irrelevante es que no sabemos ni el país con el que toca luchar y tampoco importa nada (lo genial de la atemporalidad del guión) es en realidad un amago de relevo generacional.  O en realidad se lleva a cabo ese relevo pero tampoco importa la forma. Políticamente correcta, con la cantidad necesaria de mujeres, diversidades y nombres conocidos en el cast Top Gun va a lo que va y, honestamente, se agradece. Los primeros planos con esos contraluces, esas motos, esa cazadora, ese contorno del sesentón que tiene mejor cuerpo que la mayoría de veinteañeros... Todo está ideado para que los cuarentones que acudiremos con nuestros hijos pasemos los 5 primeros minutos con una sonrisa absurda en la cara y el resto de homenajes se reparten para que cada media hora tengamos una perlita traída directamente de 1986. Recupera personajes como Iceman en un homenaje sentido, usa temas musicales que sacan una sonrisa como la presentación de Jennifer Conelly en el bar o recuerda a casi todos los grandes personajes de su primera aventura y convierte a Maverick en el profesor involuntario de su compañero del alma. ¡Si hasta el ridículo bigotillo que plantan al hijo de Goose nos hace mover la cabeza en sentido de aprobación! Y es que  con una historia simple per una capacidad de entretenimiento suprema cada plano de persecuciones aéreas vale el precio de la butaca. 

El resumen es que tienes una película para gustar, para entretener y con las dosis necesarias para ser lo esperable que, aunque suene raro, es más de lo que acostumbran los remakes y las segundas partes. ¿nos ponemos puristas para señalar las deficiencias de la cinta? No, porque no lo hicimos en su momento con al original y si vas con ese mismo espíritu lo vas a pasar teta. Es lo bueno del concepto de entretenimiento descerebrado que se nos olvida a veces y que me ha recordado lo que es ser una chavala yendo al cine a comer palomitas sin pretender nada más. Me lo he pasado teta. No os voy a engañar. 

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