Es una desgracia ser un niño-actor. Si su colega de fatigas Daniel Radcliffe optó por desnudarse en los escenarios londinenses siempre amparado por su incansable y orondo Tio Vernon, perdón, es el subconsciente quería decir apadrinado por Richard Griffiths, Rupert Grint ha decidido dejarse seducir por una anciana que anecdóticamente es también su madre en Harry Potter. What a lovely coincidence! Que diría mi “yo inglés”.
Ben Marshall vive en una familia media londinense. Su madre es una especie de adicta eclesiastica y su padre. Su amantísima y sobreprotectora madre interpretada magistralmente por Laura Linney mantiene a su hijo con overbooking de tareas entre las reuniones religiosas y las tareas del hogar concluyendo con sus particulares lecciones de conducción. Cuando Ben consigue un empleo de “chico para todo” para Evie, una anciana actriz que en realidad busca un amigo, la aún más brillante Julie Walters (si, la misma que enseñó a bailar a Billy Elliot, los años y la caracterización hacen también estragos) que va a volver su mundo del revés intentando provocar una reacción extrema en su aletargada vida que acaba consensuándose en una especie de psicodélico Road Trip a Escocia.
Parafraseando a ese genio incomprendido de la pequeña pantalla que es Homer Simpson : “¡Me aburrooo!”. Y es que las trajicomedias británicas tienen un doble filo, o son muy buenas o son muy malas y a excepción de un par de fans de los aprendices de mago que disfrutarán con Ron Weasley haciendo un papel más acuerdo con su edad el resto nos encontramos con el corazón partido intentando comprender y admirar a su compañera de viaje con éxito escaso. Mucha lágrima fácil y demasiada adicción a los lugares comunes de las películas destinadas a copar el horario de la tarde de los sábados (si, esas basadas en hechos reales que acompañan las siestas después de las comidas opíparas del fin de semana).
PROS: Julie Walters
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