KARMA

Dicen que las cosas malas que haces en la vida acaban volviéndose en tu contra. Por eso cuando dije en el Festival de Cine Fantástico a Heitor que era un exagerado porque la gente voceaba en el cine y que era parte de la gracia de ver esas proyecciones Dios me tenía preparada una putada para equilibrar el karma.

Acabo de volver del cine de ver Seda. La sala del multicine de Benidorm estaba moderadamente llena con sus familias y parejas consumiendo palomitas como marsupiales y mascando como autenticas hienas. Los tipos de al lado incluso sacaron sus bolsas con hamburguesas del Burrikin que devoraron junto con sus patatas, sin cortarse a echar ketchup a tientas. Pero el caso más preocupante fue cando descubrí que parecía que algunos de los presentes se habían olvidado que no estaban en el salón de su casa y preguntaban cuando perdían el hilo de la narración. Sus compañeros en lugar de un pequeño resumen voceaban la última media hora de película sin ningún pudor mientras les fulminaba con la mirada. Poco después pasé a los chasquidos cuando la cosa se fue poniendo más fea.


No sólo era irritante que hablasen, también lo era el tono y en algunos casos los propios comentarios que podían facultarte para echar a alguno de ellos del cine a boinazos. Comentarios tipo. “Entonces el alcalde es su padre…” y no, no os creáis que eso es una revelación a lo Luke Skywalker si no la primera conversación que se sucede en la pantalla aunque la buena señora tuvo que esperar hora y media para coger tan básico concepto.


Por supuesto en un momento cuando el pobre Michael Pitt se ve envuelto en una conversación donde el japonés se hincha a hablar y no entiende ni papa el espectador espera a ver como solventarán este problema. La señora de delante tenía una preocupación mucho mayor: “Manolo, no irán a poner ahora letras ¿no? Sal y pregúntale al chico que si van a hablar en chino todo el rato que nos vamos”. Aunque sólo es comparable a la conversación de veinte minutos de las quinceañeras de detrás sobre si el citado Pitt era o no hermano de Brad. Este fue el punto donde consideré de verdad el suicidio.


Y como no, para esta sesión en el infierno no podía faltar mi gran amigo “el tío del móvil”. Aquel que no sólo no desconecta el sonido si no que cuando recibe una llamada lo coge y se pone a dialogar tranquilamente. “no, estoy aquí en el cine… Seda… Pues va de un tío que…” y ese es el momento en que empiezo a arrojarle palomitas del suelo a la cabeza para que se percate de que está hiriendo profundamente mi sensibilidad.


Por todo esto creo que a lo mejor existe el karma y nunca jamás corearé cuando un zombie sea decapitado. Palabra del nenito Jesús.


3 comentarios :

  1. y yo me pregunto, ¿qué hace ese tipo de gente viendo esa clase de películas?

    yo si fuera tú, habrái hecho lo que dice el refrán: "si no puedes con tu enemigo únete a él". ¡Hala! Todos a comer palomitas y si hace falta se lleva unas litronas.

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  2. Yo a veces, para que se den cuenta de que son gañanes, pego un grito a lo Marcial, al gañán de la Hora Chanante.

    Y se dan cuenta. Suelen darse cuenta.

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  3. Uf, me parece un castigo demasiado cruel. Eso no es equilibrar el Karma, eso es darle la vuelta y ponerlo con lo de dentro para afuera.
    Ahí hubiese echado en falta a los coreadores profesionales de muertes de zombies.

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