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Este híbrido entre Piratas del Caribe y La Momia es la respuesta de Disney a los blockbusters veraniegos. Basada en el videojuego El Príncipe de Persia y las arenas del tiempo asistir a una proyección te enfrentan a un sinfín de opiniones encontradas sobre su contenido y forma por parte de los ludópata de las videoconsolas: “No tiene nada que ver con el juego”, “Se han cargado la esencia”, bla bla bla… Y de otro lado los neófitos, aquellos que han visto un cachas con un puñal en el cartel y se han dicho… ¡Pa’ dentro!
Yo no he jugando en la vida al Prince of Persia, así que el hecho de que los esqueletos zombis no aparezcan en escena no me resulta un impedimento para ver la película. Lo que si resulta altamente extraño es la retahíla de saltos grotescos inspirados en la “verosimilitud” del videojuego y que ayudan a recorrer las calles persas perfectamente ambientadas con la distancia del que busca solamente un momento de relax.
Jake Gyllenhaal es el protagonista de esta película cargada de testosterona en lo que le puede catapultar al éxito comercial (y perder los adeptos indies que había labrado con títulos como Donnie Darko). Interpreta al joven príncipe Dastan, un valiente infante que salió de los suburbios gracias a la generosidad del Rey de Persia que le perdonó la vida en un mercadillo tras un hurto menor. Pero al joven Dastan no le ha ido mal desde entonces, como un príncipe más del reino, aunque en la versión chunga y chabacana de sus hermanos mayores, ha aprendido a ser un guerrero fuerte, aguerrido y honesto. Pero una misteriosa princesa y una daga de cristal le convertirán en el único que puede salvar a los hombres de la destrucción divina por sus pecados.
Algunos elementos como las carreras de avestruces hacen guiños al gran Peplum, con un Alfred Molina que podría haber protagonizado un remake de Ben Hur (a la que rinden un velado homenaje/plagio) y los decorados bien podrían haber sido reciclados de La Momia en cualquiera de sus entregas. Pero a pesar de ese regustillo a “deja vú” no deja de ser un entretenimiento nimio, infantil pero efectivo.
A pesar de todas sus deficiencias, que son unas cuantas, hay que reconocer que el trepidante ritmo y los toques de humor blanco de El Príncipe de Persia la hacen convertirse por derecho propio en una digna sucesora descafeinada y de plataformas de Los Piratas del Caribe y garantizan a Disney un filón fácilmente explotable durante algunos años.
PROS: Hacer de sus principales debilidades su mejor virtud: el humor blandito, las escenas de acción imposibles, …
CONTRAS: ¿Han oído eso de : vista una vistas todas? Pues eso…
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